La actividad olivícola argentina, que se inició en 1562 cuando Don Francisco de Aguirre plantó los primeros ejemplares que trajo del Perú en las tierras áridas de Cuyo, vivió un período negro entre los ´70 y comienzos de los ´90. El descrédito que recibió el aceite de oliva por su supuesto alto contenido de colesterol y el menor precio de los aceites de girasol y maíz provocó su reemplazo casi total en el consumo argentino.
Sin embargo, a mediados de la década pasada, las sequías en la Cuenca del Mediterráneo -región donde están los principales productores mundiales- y las excelentes condiciones del mercado mundial aumentaron el precio internacional del aceite e impulsaron el resurgimiento del sector.
En la Argentina, se sumó además la aplicación de la Ley 22.021 de promoción del sector, que favoreció la radicación de capitales en zonas marginadas a través del diferimiento en el tiempo del pago de los impuestos nacionales. Esto impulsó en los últimos años la implantación de más de 30 mil hectáreas de nuevos olivares, con riego por goteo y cosecha mecánica, superficie que permitiría superar las 350 mil toneladas de aceituna aceitera cuando concluya esta década.
Pese a que la producción olivícola argentina aún carece de relevancia mundial, a fines de esta década o mediados de la próxima, superaría las 100 mil toneladas, y la Argentina se consolidaría como uno de los primeros 10 productores.
El crecimiento en la producción de aceitunas fue acompañado por un desarrollo integral de la industria extractora de aceite y por su redistribución en el país, destacó, y aclaró que el cambio tecnológico implicó un aumento significativo en la capacidad de molienda y un cambio en el tipo de proceso. De acuerdo a un relevamiento de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Pesca y Alimentos (SAGPyA) en los últimos años se abrieron 52 fábricas nuevas, que se suman a las 20 correspondientes a la olivicultura tradicional, con lo cual la actual capacidad de producción supera las 150 mil toneladas de aceite por temporada.
Según la Dirección de Industria Alimentaria, en 2015 la producción nacional de aceitunas de mesa superará las 250 mil toneladas de producto elaborado. A medida que la producción de aceites aumente serán cada vez mayores los saldos exportables, y en los próximos años la Argentina podría transformarse en el quinto exportador mundial.
No obstante, las exportaciones argentinas de aceite de oliva ya se ubican en valores históricos, al alcanzar en 2006 casi 57 millones de dólares FOB, según datos de la Secretaría de Agricultura. En el último bienio se dio un cambio significativo en los destinos y el tipo de producto exportado, y la Argentina dejó de ser exportador de aceite de oliva para convertirse lentamente en vendedor de aceites de oliva vírgenes fraccionados.
La producción nacional cuenta con dos grandes ventajas: la contraestación y la posibilidad de producir grandes cantidades de aceites vírgenes de excelente calidad que van a poder clasificarse por variedad. La Argentina es una de las regiones productoras de aceites de oliva más importantes del mundo y, año a año, la industria local crece con paso firme.
Para Lucía Tomada, del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), las perspectivas son alentadoras, aunque aún falta todavía superar algunos inconvenientes, como la falta de clasificación organoléptica del producto.
El desconocimiento de las características de los distintos tipos que hoy se elaboran, por la incorporación de nuevas regiones a la producción en los últimos años, representa un "problema importante al momento de comercializar debido a que las normas internacionales son sumamente estrictas en los parámetros físicos y químicos", agregó.
La homologación de los ensayos de acuerdo a las normas establecidas por el Consejo Olivícola Internacional (COI) permitirá aumentar significativamente la competitividad de las exportaciones argentinas en este rubro, concluyó Tomada.
Fuente: www.diariohoy.net